volver al trabajo

La semana antes de volver al trabajo, me enfermé. Estuve con mascarilla en la casa intentando que no se le pegara el catarro al bebé. Gael como coco. Yo, emocional y físicamente, destruída. No podía entender por qué, cómo y quién podía aprobar que una madre se separara de su cría a los tres meses. (Recordé que son los hombres los que mayormente hacen las leyes) Busqué una lista de los países con mejores licencias de maternidad. Leía y leía en los pocos ratos disponibles, como si con cada nueva información mi realidad fuera a cambiar.

Finlandia ganó. Este país ofrece hasta 1 año de licencia con un pago casi completo, y puede ser compartida entre ambos padres. Además, tienen una política de apoyo a la familia muy robusta. ¿Nos mudamos, papá? Pensaba…no lo descartamos…

Tengo que decir que dentro de lo difícil que es retomar la labor, tras tres meses dedicada full al modo maternar, me consuela que trabajo en formato híbrido, que paso tres días en la casa y dos en la oficina. De las cosas buenas que heredamos de la pandemia. ¡Gracias! Estoy segura que si no fuera así no hubiese podido. Mis respetos para quien lo hace.

Mi mayor reto fue hacer el banco de leche. Ya el bebé, luego del duro primer mes de desvelos y de mamá-zombie, comenzó a dormir más. Así que yo también. El segundo mes despertaba pero podía pasar sus hermosas cuatro a seis horas dormido. ¡Uva!

Entonces, al tercer mes, yo tenía que empezar a trabajar, y como mi cuerpo no quería, se enfermó. Y como mi mente y corazón no querían tampoco, no me despertaba a sacarme leche. Pura huelga. Crisis.

No me quedó más remedio que hacerlo. Hay cuentas que pagar. Hay responsabilidades que cubrir. Hay una boca que mantener, que pronto dejará de únicamente chuparme. Así que, en contra de mi voluntad, y de mi más profundo deseo de ser solamente mamá y ya, entre 4 am y 5 am, me despertaba a pegarme a Gael en una teta y sacarme leche con la máquina de la otra. Con paciencia, fui poco a poco abasteciendo el banco.

Hoy saqué la cuenta y tengo exactas 50 onzas de leche en el freezer. 🙂

Los días presenciales me voy con la máquina que me prestó mi hermana, que es un éxito la Medela esa, y me saco en el trabajo. Hoy llegué con 8 onzas para reponer lo que mi padre le dio a Gael en las horas que lo cuidó.

Los días en casa, a veces siento que mi trabajo y Gael compiten por mi atención. El bebé está brutal, tiene tremendo timing, sabe cuándo voy a una videoconferencia para pedir comer, para imponerse y marcar territorio. “Ella es mía. Estará con la cámara apagada porque tengo hambre y yo soy primero.”

Ay, hijo, te amo. Cuando tengas edad para leer esto y juntos nos riamos de los peos que te llegaste a tirar mientras mamá estaba reunida por Zoom.

Y sí, cuando trabajas, eres madre y lactas, haces tres turnos. Esas dosis de caos y amor que trae un bebé desgastan mucho, aunque siempre esa carita se las ingenia para energizar. Todo está bien. Mañana pagamos el Internet, el agua y la luz.

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